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una noche oscura y triste, llantos y quejas se podían escuchar en aquel cuarto
inundado de soledad y dolor, las paredes de color azul claro eran la única
compañía de Ana, la chica que jamás pensó que iba a llorar por amor.
“El amor no se hizo para mí” decía con una voz entrecortada y decepcionada,
mientras estaba parada al frente de su ventana y el cielo se reflejaba en su
tierna mirada; de pronto el reflejo del cielo se vio interrumpido por el
reflejo de una caja de color negro que se asemejaba a un baúl de esos que
existían en la época medieval.
Con
un gran temblor en sus manos, con ira, dolor e inseguridad tres sentimientos
que se reflejaban en esa cara de ángel, pero que el llanto, las lágrimas y el
desamor habían transformado en demonio; tomó la caja, la miró por un instante;
los recuerdos se hacían presentes en su mente, esos recuerdos que tanto la
hicieron feliz pero que ahora solo son daño y desconsuelo, después de un mudo
silencio se armó de valor y decidió abrirla, la abrió muy despacio, y poco a
poco se podía divisar cartas, corazones y no se que cosas más.
Caminó
hasta su cama, la miró por un instante y se sentó en ella, dejó la caja a un
lado y tomó una de las tantas cartas que habían dentro, tras un gran suspiro
empezó a leer, una hipócrita sonrisa comenzó a pintarse en su rostro, pero nuevamente
la rabia y el dolor empezaban a invadir todo su cuerpo; otra vez empezó la
tormenta acompañada de gotas de lluvia que empezaron a caer en sus brazos, en
sus manos y en ese papel lleno de letras y frases que un día conquistaron a
Ana.
Acostada
en su cama recordaba los momentos de felicidad y alegría, el instante que en
esa misma cama se entregó en cuerpo y alma a quién pensó que era su verdadero
amor, pero también recordaba el momento en que su amor se besaba con otra
mujer, y ella con lágrimas en sus ojos lo único que hizo fue salir corriendo y
no mirar atrás.
Tras
lágrimas, dolor, despecho y rabia, el sueño se hizo presente en aquel ser
inundado de decepción y desamor.
Un
nuevo día empezaba, el sol hacia sentir su majestuosidad en aquel cuarto sombrío.
Ana
tras haber tenido una noche llena de tormentos, despertaba, después de dar un
gran bostezo se dirigió al baño, salió de él sin decir ni una sola palabra;
buscó un pantalón y una chaqueta negra y se vistió.
Se
soltó el cabello y se miró por un instante al espejo, y dijo:
“Amor sentí hace dos días, dolor y decepción
ayer en la noche, pero hoy quisiera sentir paz, olvido y soledad”.