Hoy la realidad es diferente a la realidad conocida
por nuestros padres y abuelos, hoy contiene un nuevo cielo y un nuevo infierno,
nuevos héroes y villanos, nuevos paisajes, nuevos sentimientos, nuevos mensajes;
sacados de lo más profundo de las mentes racionales. Existe un culpable; aquel
aparato inerte y lleno de vida a la vez, aquel que se ha convertido en un
miembro más de la familia, aquel que manipula a su antojo las mentes indefensas
y susceptibles, aquel que se ha convertido en el dios terrenal al que todos
admiran, necesitan y veneran; un invento del hombre para el hombre: la televisión.
La televisión como un magnífico adulador y gracias a
la fuerza de las miles de imágenes que proyecta se adentra en el subconsciente
de tontos e ingenuos humanos, quienes idiotizados modifican la percepción de la
realidad para trasladarse a un mundo lleno de productos falsos e inútiles,
cambiando lo cierto por lo falso, reemplazando padres e hijos por mercancías caras
o baratas ofrecidas en charoles de oro y plata por aquel dios inerte al que
todos miran.
La televisión al igual que Zeus, Tanatos, Dionisios
o Baco, dioses pertenecientes a la mitología griega y a los cuales los griegos
rendían culto y sacrificio, se congrega con otros medios para decidir y jugar
con la vida de sus creadores mortales.
Los medios como dioses reunidos en el Olimpo
platican, planifican y deciden la vida y el destino de los humanos; su mejor
arma es la publicidad, aquella que hipnotiza por su perfección, su confianza,
su elegancia y su contante permanencia; es la amante perfecta, es aquella
agraciada prostituta que se exhibe, que seduce, que se vende a las afueras de
un lujoso y barato burdel, al que cientos, miles y millones miran, desean y
admiran; es simplemente un obsequio de los dioses, es una droga que enloquece,
que alucina, que todos quieren probar.
La vida es corta y el mundo es inmenso, los humanos
sucumben y los medios perduran. Pasaran los años y los medios seguirán
ejerciendo su función de dioses entre los seres terrenales; algunas de sus víctimas
morirán pero otras nacerán para hacer lo mismo que hacían sus ancestros: adorar
y dejarse guiar por una falsa idolatría creada por los medios, que gustosos y
satisfechos miran desde lo alto del Olimpo la obra que han creado.
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