martes, 14 de mayo de 2013

Jueves de soledad


El frío viento recorría la desolada plaza de “San Felipe”, la que los días martes y sábados abarca cientos de personas que se conjugan entre comerciantes, compradores y algo más; pero es jueves, lo único que se puede divisar es polvo y dos que tres vendedoras de frutas que el amplio espacio parecería que las opaca, el silencio a momentos se ve interrumpido únicamente por la bocina de los coches que circulan por el lugar.

Sentada con frío y parecería también con algo de hambre, encontramos a Rosario Pallo, mujer vendedora de frutas; su cuerpo tatuado con las huellas dejadas por el tiempo espera paciente que alguien se acerque a comprarle algo, los segundos, los minutos pasan y no llega nadie, hasta que de pronto se acerca una mujer de sombrero y de estatura pequeña, el rostro de Rosario lo dice todo, sus sonrisa la delata, está feliz porque alguien ha venido a comprarle su producto.

“Son años que llevo en este negocio, desde niña mis abuelos me enseñaron a vender” dice mientras se acomoda en su banco de madera cubierto por una chalina, seguramente para esperar con más comodidad a que llegue alguien.

Como una buena trabajadora vende de lunes a sábado, siendo los días lunes y miércoles los más productivos, mas aún porque la gente del barrio (San Felipe) compra sus productos, pero desde que los comerciantes de animales fueron trasladados al barrio “Zumbalica” las ventas han bajado especialmente los días sábados, “ya no se vende como antes, porque la plaza de gallinas ya no esta aquí” dice con algo de tristeza en su voz.

Por un instante el silencio invade el ambiente mientras su mirada se va perdiendo en un punto indeterminado que sólo su mente sabe cual es, de pronto su voz algo enérgica exclama: “que las autoridades no nos dejen solos”

Muchos son los comerciantes que viven a diario la situación de Rosario, la lucha, las ganas y la perseverancia son sus únicas armas que presentan a un mundo marcado por una sociedad desigual, lo único que les queda es seguir el duro camino y jamás desmayar, ya que el verdadero ser humano se forja en la pobreza, la sencillez y la humildad.

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